- Y por cierto, viejita, ¿cómo te llamas?
- ¡Ay! Viejito. Cada día se te cae un diente.
- Y a ti las nalgas se te cayeron el mismo día y no te dije nada.
- Creo que los hijos ya nos quieren muertos, viejita.
- ¿Por qué dices eso, viejito?
- Porque el otro día decían que ya estábamos respirando aire extra.
- Viejita, ¿tú crees que ya soy demasiado viejo para rehacer mi vida?
- No, viejito. Puedes empezar siendo polvo de nuevo.
- ¿Cuántos años llevamos casados, viejita?
- Creo que todos.
- Tantos años esperando a que se muriera tu madre, viejita.
- Sí, viejito. Y ahora se nos casa con un quince-añero.